martes, 16 de marzo de 2010

Humanum est

Si quieres conocer a una empresa, fíjate en sus empleados. Si su conserje o su señora de la limpieza están alegres, sin duda alguna esa empresa es un lugar donde prosperan las relaciones humanas, donde respeta al individuo, donde se generan ilusiones y grandes ideas, donde el trabajo no sólo será de calidad, si no también productivo. Si eres un proveedor o un cliente, este indicio te dará cierta garantía y tranquilidad de una empresa honesta que dará pocos problemas, y cuya colaboración en los negocios será fructífera.

Una empresa es un ente que ha de relacionarse y convivir con otros entes (clientes y proveedores), colaborar en proyectos y crecer al unísono. Al igual que un ente vivo, está formado por empleados cual células. El estado de salud interno se propaga hacia afuera y viceversa.

Al igual que un cuerpo con sus miembros y sus órganos, la empresa está formada por divisiones, secciones, departamentos y/o unidades de negocio. La salud de cada una de estas partes afectará de forma directa al resto. Si tienes una lesión en una mano, podrás seguir viviendo con el resto, pero no estarás al 100%, a no ser que penalices al resto con un sobre-esfuerzo para suplir el trabajo de esa mano.

Habrá momentos en que alguna célula tenga algún problema, y dicho problema será sentido en diferentes grados en el resto del cuerpo. Otras células tendrán que hacerse cargo de sus tareas, y ese sobre-esfuerzo afectará a su rendimiento y, por ende, al resultado final (retraso en tareas, calidad de las mismas, etc.)

Esta pequeña introducción metafórica destaca que todo está relacionado. No estoy contando nada nuevo, tan sólo haciendo un repaso para después plantear algunas reflexiones.

En todo proyecto hay un grupo de personas involucradas. El éxito del proyecto es un porcentaje equilibrado de conocimientos y/o habilidades de sus miembros, de las relaciones interpersonales de dicho grupo, y de agentes externos. La aportación de todas estas personas es primordial, desde la señora de la limpieza, el técnico que cambia las bombillas o arregla el aire acondicionado, hasta el mismísimo presidente.

Muchas veces se ve sólo negocio y números. Un empleado es un número. Un sueldo es un número en rojo o negativo, y el rendimiento o la productividad de su trabajo debe superar con creces ese color para poder producir negocio. Cuando se genera negocio, la empresa gana dinero, y si gana dinero, puede pagar la nómina, con lo que el empleado también gana.

Pero la empresa necesita al empleado para poder generar negocio, porque para crear negocio se requiere de sus conocimientos y habilidades, desarrollando un producto o un servicio que los clientes compran. El empleado es, pues, una herramienta para producir negocio. Sin esa herramienta no se produce producto o servicio. Sin ese producto o servicio no hay razón para que el cliente pague algo. Como toda herramienta, ha de ser utilizada comedidamente. Hay quien utiliza la herramienta sin miramiento, machacándola y destruyéndola en muy pocos usos. Hay quien cuida de su herramienta, sin forzarla, usándola cuando es necesario, cuidándola.

Hay casos en las que para conseguir una mayor productividad, margen de beneficio o una mayor reducción de costes, un empleado es espoleado hasta la humillación. Se pierde el respeto hacia esa persona, se la rebaja, se la anula, se la menosprecia. Estas prácticas son extremas y, por suerte, no son muy habituales, y suelen ser aplicadas por jefes que sufrieron o sufren el mismo tratamiento, y que no tienen una personalidad propia o ésta es muy débil y sumisa. Además de la tensión, esta situación produce cansancio, bajo rendimiento, baja productividad, deslealtad hacia la empresa, mala publicidad, y que en cualquier momento ese empleado abandone de la empresa dejando todo sin terminar. Lo peor de todo: el "mal rollo" es contagioso, y se extiende a otros compañeros que, o bien sufrirán el mismo tratamiento, o bien estarán afectados por empatía o por la rumorología, o terminarán cambiando de empresa.

En el sector de las consultoras se suele externalizar a los empleados. Éstos se sienten abandonados en las oficinas de un cliente, donde el trabajo se lo da el cliente y con quien trata es con el cliente. La empresa que le paga la nómina no tiene presencia, y solamente se tiene contacto con ella cuando una vez al mes se pasa alguien (un gerente o un compañero) con la nómina, o mediante algún correo extraordinario o para el kick off anual. Aunque te digan: "puedes contar con nosotros para lo que quieras, y si hay algún problema llámanos"; en realidad sólo se preocupan si se pierde al cliente, o el contrato. Ese empleado se siente abandonado, y se identifica únicamente con el cliente, que en muchos casos, al ser quien paga, va a ser quien te exija que eches horas "by the face" y que saques más por menos.

Sin embargo, la mejor productividad viene por parte de un empleado satisfecho. Y dicha satisfacción se logra mediante el respeto y mediante unas relaciones interpersonales buenas. El ambiente en el trabajo es muy importante, así como el compañerismo y un líder que sepa canalizar las inquietudes de los empleados en su ámbito profesional. Lo mejor de todo: el entusiasmo también es contagioso.

El éxito de una empresa no es sólo de una cabeza pensante, de un director, de un gerente o de un comercial. El éxito de una empresa es el conjunto de pequeños éxitos individuales, pero, sobre todo, colectivos. Házlo por los demás y por ti. Si tú ganas, yo gano y ganamos todos. Ese es el espíritu.

Para conseguir ésto, el empleado no es una simple herramienta. Es una persona, es un compañero, es un ser con el que convives muchas horas cada día. Como tal, no hay que utilizarle ni manipularle para conseguir algo, si no convencerle para que se sienta parte del proyecto, que su aportación es importante, que él es importante, y que va a tener la oportunidad de demostrarlo y de crecer profesionalmente.

Esto se cultiva en el día a día. Acordarse de su cumpleaños, o preguntar por su hijo enfermo, o dar el pésame por una pérdida, o qué tal le fue el fin de semana, o qué tal su viaje a Toledo... Estas pequeñas cosas hacen grande a quien lo recibe, y aún más a quien lo emite. Se gana confianza y lealtad, y son sólo unos pocos minutos de tiempo, pero que causan en efecto motivador muy importante.

En lo profesional yo suelo tener mucha comunicación con mis compañeros. Antes de empezar un proyecto hago una reunión para darles a conocer el mismo, cómo se ha planteado, cómo lo ven, qué podemos hacer para mejorar, qué riesgos podemos detectar, qué herramientas o técnicas podemos poner en marcha para poder conseguir los objetivos, qué ideas pueden aportar, etc. Una vez a la semana, reunión de seguimiento donde cada uno expone lo que hace y cómo avanza, si ha detectado problemas, o aporta experiencias o ideas para solucionar problemas de algún compañero, ver qué tareas quedan, cómo va el avance en general, si un compañero puede echar una mano a otro compañero, etc. Aquí lo importante es ver que todos somos útiles, y cómo podemos ser útiles a los demás.

Un elogio sincero siempre es bien recibido, y la motivación crece. También ayuda, de vez en cuando, asignar alguna tarea importante a algún compañero del equipo, para darle la oportunidad de hacer algo nuevo y estimulante, de crecer profesionalmente, de ser importante y bien considerado, que se confía en él. Esto es recíproco, y esa persona motivada va a ser productiva, realizará un trabajo de calidad y aportará valor añadido con nuevas ideas. Un axioma que siempre cumplo: los elogios y el reconocimiento en público, y los "malos rollos" en privado.

A veces, lo estrictamente personal puede afectar a lo profesional. Al igual que los problemas profesionales pueden entrar en casa, los problemas personales también pueden entrar en la empresa, afectando a la actitud del empleado, y por consiguiente a su ánimo en el trabajo y a su rendimiento, contagiándolo al resto del equipo y al proyecto. A muchos les sorprende que cuando detecto un problema de este tipo mi reacción no sea drástica. Entiendo que cuando uno pasa una mala racha lo primero que necesita es comprensión. Por ello, suelo reunirme en privado con él, y le explico que he detectado un problema por su parte que está afectando al resto de compañeros y al proyecto, que si es un problema en el que pueda ayudarle o si necesita algunos días para ordenar su vida que lo pida. Ante todo se le manifiesta que hay un problema, que se le entiende y que se le da una oportunidad para solucionarlo. Si el problema persiste, la siguiente reunión es más seria, exponiéndole que el problema persiste y que se le ha dado una oportunidad y tiempo para solucionarlo. Se le vuelve a insistir en que si necesita alguna ayuda para resolverlo que puede contar la empresa, y que se le vuelve a dar una nueva oportunidad con el mensaje claro de que no se le va permitir que el proyecto se exponga a peligro, ni que se genere "mal rollo" entre los compañeros por su actitud. Si el problema persiste... bueno, se pone en práctica las medidas necesarias para atajar el problema y poder continuar el proyecto sin el problema.

Como persona me gusta sentirme bien con los demás, y que los demás se sienten bien conmigo. En el trabajo me gusta sentirme importante, que lo que hago es en beneficio de todos y de mi mismo. Me gusta la oportunidad de poder demostrar lo que puedo llegar a hacer, de ser creativo, de tener ideas interesantes que puedan ponerse en marcha, de que mi opinión sea importante y tenida en cuenta, de que reconozcan y valoren mi trabajo, de tener la oportunidad de aprender nuevas cosas y de crecer profesionalmente. Con estas pequeñas cosas, mi sueldo me parece secundario, que mis funciones no sean las que me gustaría llegar a tener, así como el hecho de trabajar a cuarenta kilómetros de casa e invertir dos horas de viaje todos los días. Con estas pequeñas cosas es como si me sintiera en un hogar al que me motiva ir todos los días, donde volver a reunirme con personas a las que aprecio y que me aprecian, donde realmente uno es feliz, más que haciendo lo que me gusta, gustándome lo que hago.
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