miércoles, 8 de febrero de 2006

Los dados se han tirado

Entre temores, hipótesis, suposiciones y cábalas, héme aquí frente a mi blog, transmitiendo mis pensamientos más profundos.

Mi proyecto pende de un hilo, gracias a la inconcebible miserabilidad, de un cliente que ha ganado más de 2600 millones de euros, y que recorta al máximo sus gastos en cosas que necesita.

Debo defender el alcance y la dimensión de mi proyecto (el otro proyecto ya me lo han cerrado por recorte presupuestario). Debo luchar contra fuerzas titánicas que quieren que mi proyecto sea el primo pobre de otro (que en realidad es más pobre que el mío). Esto significa que mi proyecto debe heredar la ropa vieja del otro, cuando en realidad mi proyecto necesita de ropas más nuevas.

En resumidas cuentas, que para ponerse las ropas viejas del otro primo, debe amputarse los brazos, ya que dichas ropas recortan las funcionalidades más críticas de mi proyecto, concretamente el pilar central del negocio, donde se está facturando y obteniendo todos los clientes y servicios. Si cortas esto, el proyecto no tiene sentido.

Pero así es. Llevo varios días trabajando sin descanso para intentar que mi proyecto se vista esas ropas viejas. Pero donde no se puede, no se puede. Al final he decidido plantar cara a esas fuerzas titánicas, y decir que NO!!!

Parece mentira lo difícil que es en nuestra vida decir una simple palabra monosílaba de dos letras: NO. Pero me he plantado, y me he atrevido a decir NO.

No sé si es lo mejor que he hecho en mi vida. Mi proyecto y mi puesto de trabajo está en juego. He dicho NO a unos mangurrinos que tienen el poder de dar o quitar la vida (en este caso la vida laboral). No es por ideales (que ya los perdí hace mucho tiempo), si no porque es que es así: NO. Creo que, profesionalmente, es lo mejor que he hecho. Mucho mejor que realizar juegos en código máquina, o realizar rutinas o algorritmos eficientes y óptimos, o dirigir proyectos de grandes envergaduras. Lo mejor que he hecho en mi vida es decir NO cuando quiero decir NO.

He tirado los dados. Sólo Dios sabe en qué caerá todo esto.

Si pierdo la partida no me importará. He ganado mi confianza y mi fe en mi mismo.